Noticias

27F: a diez años de terremoto, siete historias de lo hecho...

Reconoce SOCHPED ColPs 27feb2010  

La noche del 27 de febrero de 2010 todo Chile fue protagonista de uno de los terremotos más grandes de los últimos años. En ese tiempo ya existía la Sociedad Chilena de Psicología en Emergencias y Desastres (SOCHPED), pero su funcionalidad, objetivos y misión -o incluso las acciones propias de la especialidad- no eran conocidas por toda la sociedad. Ello incluso pese a las evidentes necesidades por una psicología aplicada a desastres que surgieron en la comunidad internacional después de la caída de las Torres Gemelas (2001) o del atentado a los trenes de Atocha en Madrid el 11 de marzo de 2004. O incluso a la secuencia de encuentros académicos que venía realizando SOCHPED en esa fecha; el previo al terremoto fue de carácter internacional en diciembre de 2009.

Estuvimos con siete protagonistas de la noche del terremoto, la madrugada del tsunami y los largos días posteriores. Algunos viajaron a las zonas afectadas, mientras que otros se encontraban en la zona afectada. En ese tiempo ellos no se conocían, pero ahora sí. Hoy todos ellos integran SOCHPED, y quisieron compartir sus historias de hace diez años de ayuda, de ver desplomarse un edificio desde dentro, de preparación de material de ayuda, de aplicación de primeros auxilios psicológicos, y también de lavado de platos. He aquí las pequeñas historias, de un gran evento.

 

Ps. Claudio Barrales Díaz, Región Metropolitana.
Para el terremoto tuve que organizar dos dispositivos de intervención psicológica para comunidades afectadas. El primero de los dispositivos me fue encargado como docente de psicología de la salud y socio de la SOCHPED, por las autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales y la Escuela de Psicología de la Universidad Central sede Santiago, respondiendo al llamado de la oficina de salud mental del Ministerio de Salud de esa época.

Me basé en las directrices de SOCHPED y del Colegio de Psicólogos de Chile que se había instaurado en marzo y abril de 2010. Convoqué a un equipo de colegas y docentes voluntarios de psicología como comité encargado con distintas funciones, entre las cuales fue captar y capacitar a colegas, ex alumnos de la Universidad Central y de otras universidades en primeros auxilios psicológicos. Fue así como un equipo de entre 10 a 14 psicólogos en dupla realizaron 77 talleres de apoyo psicosocial brindando primeros auxilios psicológicos para casi 2000 profesionales de equipos de atención primaria multidisciplinar afectados en su salud mental post terremoto; entre estos, estaban médicos, enfermeras, técnicos, psicólogos, trabajadores sociales entre otros. Los talleres se realizaron en la séptima y octava región entre abril y junio de 2010. La mayoría de los integrantes de los equipos opinó que esta intervención fue altamente beneficiosa para ellos.

La segunda acción que me tocó liderar fue la formación de una brigada de atención psicológica para la comunidad en general, adultos, niños y personal municipal de Río Claro, en específico en el sector de Cumpeo, en mi calidad de Director de la Escuela de Psicología de la Universidad UNIACC sede Santiago.

Aproximadamente 100 estudiantes de último año de psicología y docentes psicólogos de la universidad integraron estos equipos; las acciones a esta comunidad fueron tanto de primeros auxilios psicológicos para prevenir, mitigar y tratar problemas de salud mental a los vecinos, como también apoyo psicosocial a funcionarios municipales ayudándoles a reconstruir el tejido social de esa comunidad. Las acciones se efectuaron entre abril y diciembre de 2010 una vez a la semana. Se efectuaron talleres de apoyo emocional para funcionarios del municipio, de las escuelas afectadas y juntas de vecinos, así como acciones de primeros auxilios psicológicos. También en las evaluaciones cuantitativas y cualitativas a esta comunidad la mayoría de las opiniones fueron positivas a estas acciones.

Me ayudó mucho para realizar estas acciones de ayuda psicosocial pertenecer a SOCHPED y seguir sus directrices, lo cual fue beneficioso. Me siento orgulloso de poder seguir aportando a ayudar psicológicamente a nuestros compatriotas en situaciones de emergencias y desastres.

 

Ps. Eduardo Sandoval Obando, Región de Los Ríos.
El 27 de febrero del 2010 residía en la ciudad de Valdivia, donde trabajaba como interventor clínico dentro de la red de justicia juvenil del SENAME. Esa madrugada me percaté que como familia no teníamos un plan de enlace ante situaciones de este tipo, y menos un kit de emergencias. Fui testigo del caos y desorden que se generó en la ciudad buscando un lugar seguro: mucha gente copando los servicentros, almacenes y farmacias. Las personas mayores recordaban lo vivido en el terremoto de 1960, cuyo epicentro fue en Valdivia. Las comunicaciones colapsaron y existía mucha incertidumbre sobre los efectos del terremoto en el país. Este evento me hizo reflexionar críticamente sobre mi rol como psicólogo, y comprendí que mi especialización y experiencia acumulada en intervención en crisis dentro de la red SENAME podía orientarse al apoyo de las víctimas afectadas por esta catástrofe.

Me integré activamente a múltiples espacios de formación y preparación para intervinientes ante incidentes críticos en paralelo a mis estudios de postgrado (de Magíster y Doctorado), lo que complementé con mi participación como Oficial de Reserva en el Ejército de Chile. Junto a ello, me vinculé a SOCHPED para apoyar y aportar técnicamente a la población e instituciones públicas y privadas sobre la importancia de la Psicología de la Emergencia y los desafíos existentes para la promoción de una cultura de la prevención en torno a emergencias y desastres socio-naturales en Chile, experiencia que ha sido tremendamente gratificante y valiosa en el plano personal y profesional.

 

Ps. Francisco Jorquera Santis, Región de Valparaíso.
Cuando ocurrió el terremoto, me encontraba con mi madre en nuestra casa en Olmué. Yo dormía pues al día siguiente tenía que presentarme en el Parque Nacional La Campana para participar de un curso de “No deje Rastro”, el cual se suspendió.

A los minutos del terremoto nos reunimos con algunos vecinos del pasaje y nos enteramos que el epicentro había sido cerca de Concepción, gracias a que uno de ellos tenía una radio a pilas encendida en ese momento. En ese preciso momento supuse su magnitud y un posible tsunami, el cual a las horas siguientes confirmé por prensa radial.

Después de tres días, un par de amigos llegó hasta mi casa para sentarnos a pensar cómo
ayudar. Teníamos experiencia en realizar actividades a beneficio de personas con problemas socioeconómicos, por lo que la “impronta de ayudar” ya estaba presente. Posteriormente se sumaron más amigos, y fuimos a la Dirección de Desarrollo Comunitario de la Municipalidad de Olmué, donde nos facilitaron los números de teléfono y los domicilios de dirigentes de las Juntas de Vecinos. Nos contactamos con cada uno de ellos, y los invitamos a colaborar. Ellos recopilaron alimentos no perecibles, ropa, harina, carbón, útiles de aseo con sus propios vecinos, juguetes; los niños redactaron cartas de apoyo a sus pares que fueron afectados directamente por el terremoto y el tsunami. Dos días después pasamos por cada uno de los domicilios de los dirigentes, acopiamos todo en un centro de eventos que nos facilitaron para ello, y lo cargamos en un camión. Sin darme cuenta me tocó liderar el grupo y las acciones que desarrollaríamos las siguientes semanas.

Durante esos mismos días, me enteré que un amigo, ex compañero de colegio, falleció en
el tsunami, junto a un tío y su abuela materna, en Mariscadero, Comuna de Pelluhue, esa misma madrugada del 27 de febrero. Por eso, decidimos viajar hasta allá y apoyar a los afectados. Logramos tomar contacto con el Presidente de la Junta de Vecinos de Mariscadero, y con una vecina de ese mismo sector, quienes vía telefónica me comunicaron sus necesidades más inmediatas; entre ellas, apoyo psicológico.

Emprendimos viaje cuarenta y seis voluntarios con la intención de “echar una mano” a las personas que sobrevivieron al terremoto y al tsunami, desde la remoción de escombros, entrega de alimentos y otros víveres, así como realizar intervención médica y psicosocial. Con respecto a la intervención psicosocial, junto a tres estudiantes de psicología llevamos a cabo la herramienta “El Árbol de la Vida”, del Dulwich Centre Foundation y que corresponde a un tipo de práctica narrativa, comunitaria, en torno a las respuestas narrativas ante una experiencia potencialmente traumática. Sobre ello, pueden dirigirse a: http://www.dulwichcentre.com.au/Arbol-de-la-Vida-Mariscadero-Chile-Francisco-Jorquera.pdf

Esta experiencia me llevó al campo de la psicología aplicada a desastres y emergencias, a realizar cursos y un diplomado en la temática, sumarme a una ONG de ayuda humanitaria en la cual trabajé cuatro años, y finalmente a ser parte de la Sociedad Chilena de Psicología en Emergencias y Desastres (SOCHPED).

 

Ps. Humberto Marín Uribe, Región Metropolitana.
Cuando ocurrió el terremoto estaba en casa, durmiendo porque al otro día tenía que impartir un curso justamente de liderazgo en emergencias, actividad que finalmente nunca se realizó (al menos como curso en aula).

El sábado y domingo fue exclusivamente dedicado a responder ante la emergencia, incendios, rescates y otras actividades requeridas por el evento. Ya el lunes 1 de marzo comenzaron a llegar los primeros requerimientos de lo que dos días después de conformaría como el primer dispositivo de apoyo psicosocial en el cual trabajó el Colegio de Psicólogos de Chile, SOCHPED, y un grupo de voluntarios que con el paso del tiempo se consolidaría en la “ONG Psicólogos Voluntarios de Chile".

La labor fue intensa; trabajamos en la sede del Colegio hasta tarde, coordinando requerimientos, entrenando a voluntarios, editando material para hacer difusión (cartillas y videos de auto y heteroayuda), entre otros. Hasta esa fecha nadie comprendía muy bien lo que era la psicología de emergencia, y lo que hacía SOCHPED; pero cuando los afectados comenzaron a pedir apoyo psicosocial, a muchos colegas e instituciones les comenzó a quedar claro qué hacemos, y por qué somos tan necesarios en un país como Chile.

El dispositivo estuvo funcionando por aproximadamente 40 días, después de lo cual fueron disminuyendo los requerimientos. Algunos de los videos y cartillas actualmente publicadas en https://sochped.cl/material-util-para-emergencias-y-desastres son de dicha fecha, pero siguen técnicamente vigentes.

 

Ps. Jovanka Woldarsky Olea, Región Metropolitana.
Cuando ocurrió el terremoto me encontraba en una actividad familiar, fue todo muy repentino y caótico, hace casi dos meses había ingresado a trabajar a una institución pública que se relaciona directamente con la comunidad; por lo tanto, antes de 48 hrs. posteriores a la catástrofe ya estaba viajando a la “zona cero” con un equipo de doce psicólogos, todos con diversas formaciones, quienes nos conformamos en dupla y realizamos un “programa tipo” de trabajo para realizar contención a los funcionarios y sus grupos familiares; es decir, “cuidar a los que cuidan”.

El trabajo fue realizado en condiciones complejas de infraestructura; básicamente fue enfocado a la descompresión emocional, psicoeducación, derivaciones y activación de redes de apoyo. En relación a la experiencia, creo que es importante compartir que el espacio físico donde se efectúa este tipo de apoyo, debe resguardar la seguridad básica de quienes lo realizan y de quienes asisten. Asimismo, existe una importante necesidad de asistencia por parte de las víctimas, por lo tanto, es fundamental que quienes realizan este tipo de ayuda cuenten con un entrenamiento previo en primeros auxilios psicológicos.

Finalmente, quien otorgue éste apoyo a la comunidad debe encontrarse en condiciones óptimas, tanto física como psicológica, ya que también fueron víctimas de la misma catástrofe y podrían tener las mismas consecuencias que el resto de la comunidad; por ello, el llamado al autocuidado es prioridad para quienes trabajamos en Psicología de la Emergencia.

 

Ps. Mónica Molina Ravanal, Región del Biobío.
Hace tres semanas me había cambiado al departamento nuevo que había comprado. Al fin concretaba el sueño de adquirir un espacio propio y me sentía afortunada por haberlo conseguido en una ubicación privilegiada: mirando al río Biobío, las puestas de sol cada tarde me regalaban vistas increíbles. Desde el piso once del edificio “Alto Río” de Concepción, comenzaba a dar mis primeros pasos de independencia.

Nunca olvidaré la madrugada del 27 de febrero de 2010. Me despertó el intenso movimiento del sismo. Supe inmediatamente que se trataba de un terremoto y que la estructura no resistiría. Cuando el edificio se hundió, fracturó y comenzó a desplomarse, conmigo dentro, supe que la muerte era inminente y me entregué a la voluntad de Dios. Confusión e incertidumbre, resignación y esperanza, muchas emociones y pensamientos me embargaron esas horas atrapada entre los escombros de un edificio que nunca debió colapsar.

Cuando los bomberos me rescataron, de manera instintiva me puse a colaborar brindando apoyo emocional a algunos sobrevivientes, y apoyando pequeñas acciones de los equipos de respuesta; increíblemente recién rescatada, sucia, a medio vestir, con improvisados zapatos hechos con poleras y con tan solo algunos moretones y cortes. En medio de esa dantesca experiencia me pregunté por primera vez ¿qué tiene que decir la psicología en situaciones de emergencia y desastre?

A los pocos días volví al trabajo, comencé a informarme, auto-instruirme y capacitarme, al mismo tiempo que me sumergía junto a otros representantes de edificios inhabitables de la ciudad en diversas gestiones para resolver los problemas más urgentes que teníamos como damnificados. La falta de preparación de los servicios públicos y el aparataje legal y político
dificultaron mucho nuestro proceso de recuperación.

El trabajo realizado y las reflexiones tras cada vivencia, me impulsaron a fundar en 2013, junto a otros sobrevivientes y profesionales de “Proyecta Memoria”, la “Fundación Alto Río”, organización sin fines de lucro que presido hasta hoy. El ejercicio de mi profesión de psicóloga cambió radicalmente, la experiencia de sobrevivencia a un desastre marcó nuevos caminos para mí. Desde entonces me he dedicado a la docencia universitaria de la psicología en emergencias, participando en investigaciones relacionadas con la percepción de riesgo ambiental. Me vinculo a distintos actores de la comunidad para generar proyectos que permitan generar mejores y más responsables estrategias preventivas y de respuesta, en especial, sensibilizar a las familias para que asuman protagonismo en las decisiones relativas a su autocuidado, seguridad física y emocional ante riesgos del entorno. Fue esto lo que me acercó a la SOCHPED, el contacto con otros psicólogos que trabajan en esta área me enriquece profesionalmente y me motiva a colaborar en la consolidación en Chile, de la psicología aplicada a las emergencias y desastres.

 

Ps. Pedro Acuña Mercier, Región Metropolitana.
El viernes 5 de marzo, fui enviado a apoyar desde la psicología aplicada a emergencias, a los controladores de tránsito aéreo que estaban trabajando en la torre de control del aeropuerto Carriel Sur de Concepción.

La información previa era que se trataba de personal aeronáutico que no había tenido descanso desde la noche del terremoto, con un aumento de cantidad de vuelos superior en 400 veces a la normalidad. Algunos de ellos estaban durmiendo junto a sus familias en carpas en las cercanías de su lugar de trabajo. Otros no habían podido ir a sus casas porque el puente que los conectaba se había caído.

Al llegar y comenzar a conocer la situación de cerca, comprobé lo que dice la teoría respecto a lo se debe hacer en situaciones como estas y cuál debe ser el rol del psicólogo. Primero apoyar en buscar soluciones a las urgencias de la propia gente, luego, la psicología.

Me dediqué toda la mañana a realizar faenas centradas en acopio de agua, limpiar la zona de descanso del personal operativo, lavar loza, limpiar los baños, etc. Con el fin de que cuando las personas tuvieran un descanso, pudieran estar en un espacio cómodo y ordenado. También podía servir para comenzar a trabajar en la normalización de sintomatología, posible derivación y crear espacios de comunicación.

Finalmente, aprendí que, para efectuar actividades relacionadas a la psicología en emergencias, se debe estar preparado y entender que no es psicología clínica tradicional, es mucho más que eso.

 

Equipo SOCHPED.CL
27 febrero 2020

Categoría: